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24/05/2021
Nota de opinión de Nicolás Beccera, estudiante de segundo año de Licenciatura en Gestión de Instituciones Educativas de la Universidad Abierta Interamericana.
Creo en las formas de habitar, en el cómo nos posicionamos para no cruzar la barrera de lo verdaderamente importante…lo subjetivo. Entiendo que los cuerpos que se encuentran en un espacio en común tienen sensibilidad y por ende percepción. Me pregunto si esto se apaga o si simplemente quedamos en “piloto automático” como modo de defensa. Cuando escribo modo de defensa me refiero a ese accionar que genera distancia y nos ubica en un suelo seguro. Muchas veces estamos pero no presentes … no nos dejamos afectar por lo que sucede.
Pienso que la sensibilidad pasa por dejarse tocar por las cosas que suceden. Se trata de afilar la percepción, escuchar, mantener silencios y observar que es lo que nos sucede en cada situación.
Me gusta la idea de politizar el malestar, de pensar al malestar como una potencia en la que se pueda gestar algo nuevo.
En cuanto a los momentos en que pensamos que nada pasa o a la inversa donde creemos que si pasa entra en juego el valor, significado que le damos a las cosas y esto no es universal. Aparecen expectativas, pensamientos y planificaciones en búsqueda de un único resultado que puede generar diversos sentimientos. El camino equivocado es pensar que lo sensible es igual para todos.
Sigmund Freud en su libro “La Interpretación de los Sueños” (1899) reflexiona sobre la representación de objetos y situaciones en el inconsciente que se pueden relacionar con vivencias que podemos o no recordar conscientemente. Hay una memoria sin tiempo específico que le da representación a los hechos desde la propia subjetividad. Es decir, que a cualquier estímulo jamás habrá una única respuesta, sino múltiples posibilidades directamente relacionadas con la singularidad de la persona.
Imagino si tuviéramos que hacer un ejercicio, cerrar los ojos e imaginar un objeto, ejemplo una mesa. Seguramente cada persona lo imagina diferente. Algo así sucede cuando esperamos un resultado exacto de otra persona, sea un compañero docente, estudiante, padre, etc.
Lo subjetivo no lo podemos ver y es por ello que no es sencillo sentirlo, demanda trabajo y tiempo, pero un paso importante es saber que eso está, que las personas con las que compartimos espacio y tiempo traen consigo una historia llena de significados, representaciones y que está en nosotros crear las condiciones necesarias para que puedan ser fuente de potencia en cada persona.